domingo, 23 de diciembre de 2012

La Enfermedad Personalista



Es sabido y comprobado por la historia latinoamericana, el inminente daño que le ha hecho a nuestra sociedad, en el avance económico y político, las practicas caudillistas, personalísimas por naturaleza, que absorbe de una forma vampirezca si se quiere, la dirección y control del Estado en el devenir como unidad política de avanzada.

El personalismo político se ha presentado con características muy similares a la de cualquier jefe militar del milenio antepasado, del cual toda palabra debe ser acatada como orden indiscutible e irrefutable, como si se tratara de que la sociedad, entendida en su totalidad, fuese un gran cuartel en el que ninguno de sus miembros tuviese la capacidad de entender, discrepar o expresar su visión del entorno en el que se rodea. Las decisiones que afectan el futuro de Venezuela deben trascender la sujeción al estado de animo de ese “Gran Jefe”, que con ínfulas de Mesías, cree que la divinidad le ha agraciado para llevarnos a una aventura fantástica alentada por el éxtasis de una necrofilia ideológica que solo le proporciona resultados a la minúscula elite llena de irresponsables antivenezolanistas.

El personalismo es un virus que se ha incrustado en organizaciones políticas y ha contaminado todos los estratos de las mismas, a un punto tal, que ha impedido el máximo desempeño de las bases y la militancia en la lucha contra este régimen de corte militarista. Esta condición se constituye en el peor enemigo de toda democracia, sobre todo en este estadio de nuestra historia, cuando se avizora cada vez más lejos la verdadera institucionalización de un régimen deliberativo en el marco de las libertades, sin que se permita el aporte de programas palpables y con un sentido de realismo que lleve a nuestra nación a un verdadero ciclo de desarrollo.

Este mal se combate con la colectivización del liderazgo, que de por sí, fue el que germino la democracia en nuestro continente, y es así como se permite la efectiva representación de los vastos sectores sociales.

Ahora bien, las organizaciones políticas democráticas deben profundizar la discusión en cuanto a la elaboración de estrategias para hacer control sobre este mal, continua vigente (parece trillado pero es verdad) la lucha por la institucionalización de nuestra democracia, pues la enfermedad mesiánica contagia a dirigentes que se autoproclaman lideres imprescindibles para finalmente convertirse en trabas titánicas en la resistencia contra la tiranía y el autoritarismo.

Si bien es cierto que estamos frente al terreno del pensamiento político, contradictorio a los hechos de “Quien Lleva Las Riendas” de la Republica, considerando que en nombre de la “Democracia Popular” se ha venido hipotecando el futuro del pueblo venezolano; también es cierto que representa fundamental relevancia los métodos de acción política de la dirigencia nacional, de manera que analice y canalicen que todos los estratos de la estructura social venezolana requieren una nueva clase dirigente- sin limitaciones de edad- con amplio sentido de visión política, y sobre todo el rescate de la esencia del espíritu combativo por la democracia, además que toda organización política debe entrar constantemente en revisión de su responsabilidad en el rol pedagógico que permita la constante formación de nuestros conciudadanos, sean o no militantes de partidos.
 

Juventud, Acción y Democracia

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