lunes, 13 de mayo de 2013

Venezolanidad en Crisis


Revisando los contextos históricos de la sociedad venezolana, observamos que a medida que fueron evolucionando los procesos políticos la participación de los ciudadanos  se ha venido masificando en todos los estratos sociales. Ahora bien, sabemos que las sociedades son dinámicas por naturaleza y que los principales detonantes de los movimientos abruptos son las crisis, que en su momento obliga a tomar decisiones importantes de modo que se permita el correcto orden dinámico dentro del que se desenvuelven las sociedades.

¿Qué es la crisis? Se puede considerar que la crisis es una situación de estancamiento, perturbación e incertidumbre que sufre un espectro momentáneamente, sea provocado por la inobservancia de los actores o por su resistencia a cambio inminentes.

¿Estamos estancados como sociedad? Sí, estamos estancados, mientras que otras sociedades del mundo ya están superando sus diferencias dentro de los estamentos institucionales, nosotros no sabemos hacia donde nos dirigen las nuestras. El progreso nacional no puede limitarse a la participación de solo un grupúsculo ideológico o pseudoreligioso, puesto que la identidad cultural  nacional deriva de la diversidad del pensamiento y su expresión (intelectual, artística o de cualquier otra manera). No podemos tampoco pasarnos una eternidad fijando posición sobre la legitimidad de una persona mientras la corrupción administrativa sigue haciendo de las suyas. El dinamismo mundial nos está comiendo vivos y mientras tanto la dirigencia nacional agarra por el cuello de manera asfixiante a todos los venezolanos.

Venezuela pasa por un periodo de perturbación, agitación del pensamiento, un trastorno de lo que oficialmente se dice, se piensa y se hace. Mientras que por ahí unos siguen dando patadas de ahogado para mantenerse enchufados en la golpeada renta nacional, la sociedad esta desenchufada de la realidad mundial, sin dirección pedagógica alguna y esperando reencontrarse con las vías de desarrollo y de coherencia entre lo que se dice, se piensa y se hace.

Nuestro pueblo también pisa fondo en el estado de incertidumbre sobre el destino y resultado de los acontecimientos que se impone sobre “la vida normal” del ciudadano, no sabemos qué va a pasar con el país, si volveremos a ver los poderes del Estado nuevamente equilibrados, si podremos volver a las actividades cotidianas sin miedo a que nos roben, nos maten o nos coloquen un sello humillante y segregador de la venezolanidad.

Si nos detenemos a analizar la naturaleza de la crisis, nos damos cuenta que la misma se delimita, por lo menos, en tres factores estrechamente relacionados entre sí. Comenzando por el aspecto político y su lógica para interpretar el momento por el que pasan los venezolanos, en el entendido de la confianza que sienten los ciudadanos por las instituciones constitucional y oficialmente establecidas. Por ejemplo, la forma de expresión masiva  de toda sociedad democrática se define en el sufragio- universal, directo y secreto en el caso de Venezuela- por medio del cual se determinaría que camino se tomará por un periodo preestablecido para conducir los destinos de la nación. Cuando la masa comienza a dudar de ese sistema, las instituciones quedan arrinconadas frente a una premonición de desconocimiento de las mismas.

En el aspecto económico existe una relevancia histórica que constituye la estabilidad política y preconiza la estabilidad social. Las relaciones económicas de los ciudadanos permite esos momentos de lucidez para que, a través de las mediciones respectivas, se determine la metodología de crecimiento de los valores económicos en la relación Producción- Consumo, Importación- Exportación, Consumo- Ahorro y en el sentido más criollo que la plata alcance para pagar los servicios (que por cierto, están en las peores condiciones de calidad), comprar el mercado y de vez en cuando para la distracción y entretenimiento. Cuando los salarios no corresponden con las necesidades de las masas, y menos en comparación con los pueblos de fuera de nuestras fronteras, las políticas económicas están llevando a una sociedad al borde del precipicio.

Desde el punto de vista social, las relaciones humanas, de identidad de una persona con otra y la aceptación de las diferencias entre sí, los medidores de igualdad descifran la estabilidad que pueda existir en cuanto a las libertades individuales y colectivas, la aceptación del rol de ciudadanos y las capacidades de lograr la cohesión social. El solo hecho de auspiciar o permitir enfrentamientos sociales entre los mismos hijos de esta tierra causa  que los parásitos oprobiosos de territorios lejanos hagan fiesta con las bondades y ventajas que ignoramos mientras nos hacemos más miserables y otros se hacen más ricos.

Entonces, sabemos con estos datos que efectivamente estamos de cara a una crisis nacional generalizada, con parecidos a otras  situaciones históricas pero con características inéditas. Entretanto, que a lo largo de nuestra historia republicana hubo crisis políticas, “la vida cotidiana” se desarrolló con cierta normalidad, igualmente mientras hubo estallidos sociales o políticos los índices económicos evolucionaron con normalidad, y frente a crisis económicas las diferencias políticas quedaron a un lado para plantarse respuestas efectivas. Pero ahora estamos tocando fondo, la situación de crisis es una especie de embudo donde todos toditos tienen que pasar por ese peaje inesperado. Estamos viviendo una crisis generalizada en la cual todos los actores de la sociedad venezolana, además de los espectadores se encuentran en estado de shock masivo. Desde los más bajos estratos hasta las altas esferas del poder de la República hay una desconexión de la realidad frente a los que se quiere ser.

Es necesario comprender, asimilar y aceptar que esta no es solo una crisis interna de los factores de poder, de cuotas y parcelas dentro de los grupos conductores de las cúpulas. El republicanismo exige en este momento histórico la capacidad de entender que la Democracia es el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, no el Gobierno del Puesto, Por el Puesto y para el Puesto.

La salida de la crisis tiene varios planteamientos, varios matices, en el sentido abstracto, la superación de la crisis encuentra su punto de partida en el rescate de Valores; Sociales, que permita regenerar la identidad nacional; Morales, que nos conlleven a construir de nuevo la línea fronteriza entre lo bueno y lo malo, como centro de equilibrios, dentro del ser colectivo; y sobre todo, los Valores Democráticos y Republicanos, de modo que no caigamos en el juego de chantaje que hace que nos preocupemos artificialmente por ejercer nuestros derecho ciudadanos con mente asalariada, como cobrando por ser venezolano.

Pero en un sentido más real, hasta que las llamadas fuerzas vivas no tengan la disponibilidad de organización suficiente para cumplir con el rol pedagógico –todavía perdido en otra dimensión-, hasta que los sectores representativos no recuperen su conexión con las deficiencias de sus sectores y se dejen de confundir los intereses personales con los colectivos y se coaccione al Poder del Estado a sentarse a dialogar con TODOS los actores que mantienen con vida esta nación, no saldremos de esta crisis.

La lógica neobolchevique es contraria a la identidad venezolanista y además inviable por las características de nuestra sociedad. El aparato productivo nacional en manos de estos manualistas marxianos va “palo abajo” y mientras tanto la gente se está matando en las calles y acudiendo al mercado negro para poder subsistir, y por otro lado los Castro hacen patria con nuestros recursos. Los asuntos de la República no les conciernen solo a unos pocos, que terminan actuando como capataces de finca, en el entendido que la correlación de fuerzas sociales en Venezuela sea la que determine o imponga esa élite sin tomar en cuenta las características locales de los sectores colectivos.

El pueblo de Venezuela requiere un gran acuerdo nacional amplio, ojo, no solo entre los partidos políticos, éstos son la médula espinal de toda democracia, pero en una revisión a lo interno deben entender que no son los únicos actores en el progreso nacional. Entonces, el punto de partida para este gran acuerdo debe ser una mesa de diálogo entre: los Partidos Políticos, como visionarios de la organización social; los Sindicatos Nacionales, como brazo y fuerza de materialización de la producción nacional; las Asociaciones de Empresarios y Comerciantes, como creadores del capital necesario para la inversión y mejoramiento de la calidad de vida patria; la Iglesia, como pilar de la paz espiritual de los pueblos; y el Poder del Estado, como conductor de las fuerzas vivas de nuestro territorio. El chantaje y condicionismo debe desaparecer de la orden del día para que los puntos de encuentros se hagan efectivos, de otra manera la acción de dialogo se transmutaría a un interrogatorio policial a la vieja usanza y con esto la sociedad venezolana estaría dando el imprevisto salto al precipicio. A partir de este primer paso, con el mayor sentido de pertenecía venezolanista pudiésemos afirmar que un Acuerdo Nacional está en puertas, por tanto, la voluntad de tomar acciones para la superación de esta crisis generalizada.

Demostrémosle al Mundo que los venezolanos tenemos la capacidad de recuperar la vanguardia internacional que hemos dejado de aprovechar. La historia no perdonará que esta generación nacional no tenga la aptitud de sentarse a afrontar las diferencias y construir los puntos de encuentro, en definitiva construir de forma autentica una Patria. 

Juventud, Acción y Democracia