El problema que padece la Universidad de Los Andes, tiene muchas aristas, no es secreto que las universidades venezolanas han sufrido una asfixia presupuestaria desde el seno del gobierno nacional, ahora bien, también se entiende que la universidad, como casa del pensamiento y cuna del conocimiento, sufre una crisis de orden interno.
Esta crisis de orden interno deja en evidencia la falta de seriedad de la máxima autoridad ejecutiva de la casa de estudios. Falta de seriedad por cuanto, desde hace aproximadamente cinco años, el Rector de la ULA, en medio de la pugna con el gobierno nacional, ha hecho caso omiso a su compromiso de velar por el desarrollo de la democracia universitaria, por tanto, contribuye a golpear constantemente la autonomía universitaria tomando en cuenta que sigue en deuda con la elaboración y sanción de un nuevo reglamento electoral que permita hacer el respectivo llamado a comicios, que permita darle legitimidad a las autoridades de nuestra universidad.
Es una deuda que tiene con la comunidad universitaria, nada más cierto, pero no se puede negar la deuda moral que tiene con la sociedad venezolana. Siendo así, compartimos el sentimiento ulandino de compromiso con la sociedad, sobre todo con la República, la cual ha sido asediada por la ignominia desesperanzadora que ha obligado a muchos a partir a tierras ajenas para hacerse de la posibilidad de generarse un futuro personal promisorio.
El país entero vive esta crisis generalizada. Sin embargo, no escapa de ello lo que refleja el asunto nacional a nuestro propio asunto, es decir, el asunto universitario. Sufrimos contradicciones que, en medio de la guerra ideológica, gente irresponsable pone en juego el nombre de la ULA, al no desaprovechar para evadir sus responsabilidades ante la comunidad universitaria y ante la historia.
Se nota que se hace muy fácil esa manipulación de la verdad al señor Rector, quiere hacerse con la vocería moral en nombre de la democracia venezolana cuando persigue y burla los mecanismos necesarios para llamar a comicios. Se pierde de vista, de forma dolosa por cierto, que para ostentar moralidad en el ejercicio del poder se debe por sobre todas las cosas ser coherente, cualidad que combina el pensamiento con la acción. Ahora aduce este personaje elementos condicionantes que escapan de la verdad sobre lo que ocurre realmente en esta casa de estudios.
La universidad vive un grave problema de ingobernabilidad, esa coyuntura ha nacido principalmente en el desgaste de legitimidad de los cuerpos colegiados, que se combina con un descarado abuso de poder amparado en la mentira. Se aferran ahora, entonces, a alegar que la negativa del llamado a comicios universitarios se debe a una responsabilidad del TSJ, por cuanto ésta emitió una sentencia que “impide” la celebración de elecciones de por vida, que además, contradictoriamente, se establece firmemente que aquella institución debe “autorizar” el llamado al sufragio universitario ¿Qué pasa con la Autonomía Universitaria en este caso? Es decir pues, que algunas actuaciones judiciales se acatan y que allí justamente cesa la convicción vehemente de inescrupulosos para defender el principio de autonomía.
En este orden de ideas, vale decir que el llamado a dichos comicios se perfecciona con la discusión y sanción de un reglamento electoral adecuado a la legislación vigente en el cual se tome en cuenta la amplitud de los sectores que alimentan la comunidad universitaria. Por cierto, en medio de este mismo acatamiento aprovechado de la máxima autoridad ejecutiva se presenta una particularidad, se observa que dicho acatamiento es “chucuto” a conveniencia, pues en el mismo recurso se establece que mientras se hace lo respectivo a subsanar la mora electoral se mantengan transitoriamente en sus respectivos cargos los Decanos titulares electos en últimas elecciones celebradas en las universidades autónomas.
Siguiendo el curso de acontecimientos, dice ahora que no está obligado al acatamiento de ninguna orden judicial, amparado en su bufete innominado como servicio jurídico asesor, con el fin de “desarticular” a otra autoridad de forma descarada y contradictoria, menoscabando derechos de la comunidad más allá de una facultad, sino de la universidad entera y desconociendo la legitimidad de origen de quien fuera elegido contundentemente para el ejercicio de un cargo. Entonces ¿Qué pasa con la coherencia de la premisa del propio señor Rector? Se nota que la crisis moral que sufre nuestro país supera las esferas gubernamentales, ha penetrado y perpetuado su condicionamiento a la acción corrompida de una autoridad universitaria, que ejerce sus funciones, por demás abiertamente arbitrarias, para esconderse entonces en consignas que no se parecen a quien las vocifera. Realmente se ha convertido en un problema mayúsculo el pintoresco Rector, que se esconde en la capucha de la autonomía sin nada que lo diferencie de quien dice adversar, este problema persistirá mientras que se confundan los principios con antivalores y la democracia sea burlada descaradamente, la gobernabilidad de esta institución será rescatada cuando se haga justicia a la inteligencia de los universitarios, con elecciones universitarias, una deuda moral dentro y fuera de la Universidad Nacional Libre y Autónoma.
Pensamiento y acción
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