Popular, libre y autónoma: son palabras que forman parte de
una consigna que posee mucha fuerza al sostenerlas a viva voz, sobre
todo cuando las fuerzas ajenas a los máximos intereses de las casas de
estudio acechan la búsqueda del conocimiento como verdad que vence los
dogmas y cercenan la posibilidad de darse el propio gobierno amparados
en los principios de la democracia.
Ahora bien, qué pasa cuando las fuerzas que acechan la
libertad, la autonomía y la popularidad no vienen de afuera. Es decir,
que al igual que aquellas dictaduras totalitarias aducen el enemigo
común y lejano, el perfecto chivo expiatorio. Con lo cual huyen de la
responsabilidad necesaria ante una comunidad universitaria que considera
que el ejercicio de sus libertades se encuentra protegido en el alma
mater.
La libertad parte, en principio, de la propia conciencia de
la persona para pensar o para actuar, que sus acciones estén
consagradas por el libre albedrío, que le permite ver el mundo según sea
buscada la verdad y sin temer coerción de ningún tipo en contra de sí
misma o su criterio. Entonces la coerción fundada en la acusación, bajo
la relación fascista amigo/enemigo, dentro de la universidad, rompe con
el propio precepto de universidad libre.
La autonomía, preciado tesoro que poseemos en nuestras
casas de estudios superiores ungidas de paridoras y formadoras de
pensamiento y acción para el desarrollo nacional. La autonomía
universitaria parte de tres elementos fundamentales que perfeccionan
básicamente aquel principio de libertad, a saber, a universidad goza del
derecho a establecerse un presupuesto con partida del Estado y con
posibilidad de generar recursos propios, en moneda nacional y sujeto a
la legislación nacional; el derecho a dictarse sus propios reglamentos
para regir la organización interna y facilitar el establecimiento de
responsabilidades en los integrantes de la comunidad universitaria, y
ser garantes por medio de esos reglamentos de la constitución y las
leyes de la República; además, la autonomía nace esencialmente, del
derecho a elegir sus propias autoridades, sus representantes de los
sectores que dan forma a la comunidad universitaria, dentro de los
principios democráticos de alternabilidad, de representación, de
libertad e igualdad políticas y, sobre todo, del principio de soberanía,
con lo cual se permite entonces la posibilidad de que la universidad
sea la luz en medio de tanta oscuridad en Venezuela.
La universidad popular supera los estigmas del populismo,
deben ir las casas de estudios de la mano con el pueblo, entendido como
aquella fuerza que está llamada a mantenerse unida y cobijada en el
conocimiento que desmantela la mentira y hace que el conocimiento supere
las elites ensimismadas para permitir a todos los sectores y clases
tener libre acceso al conocimiento generado en la universidad libre y
autónoma.
Hoy Venezuela vive una profunda crisis general, la calidad
de vida es menguada por una letal combinación de sueldos miserables y
corrupción impune. Se vive la dictadura del hampa, mediante la cual se
dicta un tácito toque de queda para todo ciudadano que quiera evitar
ganarse un número fatal en la ruleta de la impunidad amparada en todo un
sistema de antivalores que han quebrado la integridad de la República.
Se debe procurar luchar entre todos, como ciudadanos
venezolanistas, en ganarle terreno a esa dictadura, con el conocimiento y
la verdad empuñados por la fuerza del espíritu de libertad, igualdad,
solidaridad y justicia. En esta lucha todos valen, la coherencia vale
aún mas, con la verdad se quiere ganar terreno a la dictadura, debemos
combatirla primero en casa, que no se levanten impositores ni
usurpadores en nombre de la universidad libre, popular y autónoma.
El alma mater cumple un papel fundamental en este presente
al luchar por sostener la democracia como forma de vida institucional,
no se trata de meras simpatías, se trata de hacer frente a toda
dictadura que menoscabe nuestra luz propia, nuestra ULA.
Dictadura es dictadura, del color que sea, y es más
peligroso un dictador que manipula nuestros principios de universidad
libre cando lo asiste la mentira que cuando lo asisten las armas, no
porque se deba hacer apología a la lucha armada, sino porque abusa de la
buena fe de toda una comunidad universitaria apagando quizás la única
luz de justicia que tenemos en este tiempo.
Decía el poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco: "Con la
conciencia no se juega, con el ideal no se pacta". La conciencia de
universitarios dados a la luz de la libertad llama a luchar por la
democracia en esta institución, no hay dictaduras buenas y malas,
dictadura es dictadura, el ideal de universidad seguirá vivo mientras
haya almas dispuestas a velar por las casas que vencen las sombras, en
las cuales, el principio de la Sabiduría comienza con el temor de Dios .
Abg. Gustavo Sayago
Profesor de Deontología Jurídica en Escuela de Derecho, FACIJUP- ULA
Profesor de Deontología Jurídica en Escuela de Derecho, FACIJUP- ULA