“En
verdad, la ley es un instrumento que puede ser manejado
eficientemente para resguardar los legítimos intereses de la nación,
siempre que se trate de un gobierno respaldado por la opinión
general del pueblo y apoyado en la fuerza moral de su propia
actuación, dirigida a promover el bienestar general, elevando las
condiciones de vida del pueblo” -Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Esta
cita nos conviene en este momento, al tomar en cuenta que el citado,
fue precursor del máximo mecanismo de equilibrio industrial mundial
en el área petrolera bajo el cual nosotros, el pueblo de Venezuela,
nos dimos la oportunidad de tomar las riendas de la industria bajo la
cual nos dominaron durante parte del siglo pasado. Pero sobre todo,
porque bajo la premisa de este fragmento nos dio muestra de
responsabilidad con el futuro del país, cualidad que no existe en
quienes hoy nos gobiernan.
Antagónicamente,
tras casi dos décadas, los venezolanos nos hemos visto envueltos en
un constante enfrentamiento alimentado por un atestado afán
vengativo que se escudó en el “antiadequismo”, mientras que con
el mismo ritmo se ha levantado la nueva aristocracia roja rojita,
siempre desprendida por completo de la población. De hecho, con
indiferencia nos conducen al desastre, estamos al borde de una
república fallida, estamos en emergencia nacional, como en aquellos
días de 1812 frente a los realistas, solo que esta vez le estamos
debatiendo el poder al hampa, por tanto, a la criatura que ha
adoptado la forma de hampocracia.
Del
mismo modo, el manualismo madurista nos continúa gobernando en base
a libritos rojos heredados del viejo comunismo sovietizante bajo el
cual instauraron con el martillo y la oz la escasez y la necesidad
miserable de todos los venezolanos. Nos han traído hasta aquí con
bombos y platillos, hasta esta nefasta crisis generalizada, la cual
se estableció sobre los cimientos de la inutilidad del discurso
retrógrado bolivariano que unas veces socialista, otras nacionalista
y otras muchas guerrerista nos han hecho padecer un innumerable
desfile de “ismos” que condecoran al ladronismo y a la
inmoralidad institucional de la república.
Así
pues, a inicios del año nos han declarado de forma unilateral en
“Emergencia Económica” insólitamente quienes han provocado esta
situación, dicho de otra manera, se abrogaron el hecho y manipulan
el Derecho para manejar el desastre y evadir la responsabilidad de
solucionar la calamidad que vive el venezolano en el 2016. Vivimos en
medio de la terquedad nebulosa del manualismo rojo, si, aquel que
todavía piensa que la dinámica del ajedrez soviético sigue
vigente; e incluso, nos demuestran una infinita seguridad en que el
pueblo es soberanamente pendejo como para seguir pensando que nadie
se da cuenta de que los únicos que no están condenados a las
humillantes condiciones de vida cotidiana son los miembros del
“Comité Político” del partido de gobierno.
Hoy,
Venezuela se encuentra en emergencia moral, social, política,
institucional y económica. Pero no hace falta analizar a profundidad
nuestra miseria, no hace falta ni siquiera apoyarse en la fotografía
encuestológica para determinar que los que hoy nos gobiernan bajo el
mando de Nicolás Maduro solo están haciendo maromas para sostener
su castillo de naipes, definitivamente están negados a aceptar su
derrota ante nosotros y ante nuestra historia.
En
definitiva, esta es la crónica de una muerte anunciada, somos
testigos de una pésima novela en la que el gobierno de la república
está en estado vegetativo ante la sociedad. Sin muchos vericuetos,
pero con mucha convicción de venezolanidad, esperamos que se agarre
el toro por los cachos, como hace 70 años, que con firmeza nos
permitamos todos los miserables herederos de esta mal habida
pseudorevolución retomar nuestro sendero de democracia, prosperidad
y sobre todo de unidad nacional en la que todos los sectores echemos
abajo los muros imaginarios para ser capaces de darnos un encuentro
con una Venezuela libre y de los venezolanos.
Pensamiento
y Acción