Es extraño como se vienen
desarrollando los acontecimientos de la sociedad venezolana, el poder del
Gobierno Nacional se concentra en amenazar con cárcel a todo aquel que infringe
la ley, el cual es calificado como una especie de delincuente ideológico, con
su “ofensiva” contra una guerra económica, que a la larga ha sido provocada por
sus propias acciones, de acuerdo a la línea política orientada en la última década
el pueblo se sostiene con una soga en el cuello. Si comenzamos por la desbandada
ola de confiscaciones en el aparato productivo nacional, podemos percibir que la
oportunidad de empleo se ve disminuida inversamente proporcional al punto que el
enemigo fantasmal del régimen llamado consumismo continua creciendo a paso de
vencedores desde los puertos y contrabandos(de todos los tamaños).
Los controles descontrolados
que se plantean desde el ejecutivo terminan abriendo mas el rango de acción del
mercado negro, que mientras tanto, es controlado por el hampa (llámese común u
organizada) y por micromafias de agentes gobierneros. Por ejemplo: desde que el
estado ha nacionalizado la industria, como la del cemento y la cabilla, dichos
productos desaparecen del mercado regular y pasan a ser objeto de contrabando,
con todo y que se fijan controles de precios para combatir la “inflación
inducida” por los factores económicos de la distribución y la venta al publico.
Esta coyuntura ocasiona que
se esté importando hasta el modo de caminar de forma irregular, los productos
básicos que salían de la mano de obra venezolana se esfumaron, la revolución
tecnológica que mueve al resto del mundo nos está comiendo vivos, y no es de
extrañarse que nuestro pueblo sienta la necesidad de acercarse a la actualidad
que brindan los productos de consumo.
Son las oportunidades de
miles de venezolanos, que cada vez se hacen más pobres, las que están en juego
en este momento, bajo el secuestro de nuestra industria y el aparataje
económico estamos siendo conducidos a la quiebra económica y a la quiebra moral
de nuestra sociedad, seguimos observando cómo los pobres se siguen
empobreciendo y el acceso a los bienes y servicios básicos se va quedando en
las hemerotecas con los periódicos y sus noticias viejas. El valor del Trabajo
se tiene que seguir sembrando en el ideario colectivo, pero sin industrias que
ofrezcan empleos, que garanticen la estabilidad de nuestra gente, se va a
seguir alimentando la posibilidad de que la Juventud venezolana tome atajos en
la delincuencia.
Ahora bien, según el
imaginario penal del régimen-sacado de manuales neo marxistas de la ortodoxia
dialéctica para excusar el fracaso de su visión del sistema- el concepto de delincuencia
tiene una connotación ideológica y una relación más política que social,
enmarcado esto dentro de la relación amigo-enemigo, es decir, aquel que roba
las pertenencias ajenas o atenta contra la integridad física de las personas lo
hace por ser “victimas del capitalismo”, por tanto, sus acciones son
justificables(son los amigos) mientras que aquel, no identificado con el partido de gobierno, que hace del comercio su forma
de vida bajo las limitaciones de nuestra economía y los controles del Estado, es
perseguido y reprimido como cualquier criminal que hace de la delincuencia su
vida, además es etiquetado como enemigo nacional al cual debe caerle el castigo
con “todo el peso de la ley”(se trata del enemigo).
Es así como se erige el hampa
en nuestra sociedad, para hacer control y disciplina a la ciudadanía bajo la
mirada cómplice de las camarillas de Miraflores controladas por el militarismo,
se levanta una forma de gobierno que acumula el poder bajo el costo que sea
para mantener el acceso a la olla que representa el dinero de todos los
venezolanos. Esta situación siempre
alenta el nuevo riquismo derrochador en quienes buscan el poder, debilita las
instituciones al verse como un botín de guerra, los grupúsculos de interés se
han dejado orientar por la mala intención extranjera, la cual exitosamente,
hace que el personalismo institucionalizado termine por traicionar el
desarrollo del modelo autóctono venezolanista.
Entonces, urge que el pueblo
se organice, que cada sector social asuma su papel protagónico por nuestras
reivindicaciones ciudadanas, haciendo de la civilidad un asunto pedagógico en
el cual la dirigencia de todo estrato se convierta en maestro popular, para que
la visión colectiva permita ver luz al final del túnel de manera de combatir el
actual panorama de hampa sociopolítica, y el dogma económico que lejos de
conducirnos al progreso nos hunde en un ambiente de miseria globalizada
mientras que otros pueblos se auto determinan al desarrollo.
El valor del Trabajo, digno
responsable y con libertad necesita ser rescatado, con este se consigue el pan
de cada día y se contribuye a forjar tierra de hombres y mujeres libres,
trabajemos empeñosamente para olvidar el señuelo de la riqueza fácil y así le
restemos terreno al oportunismo de oficio que, como una sanguijuela, se consume
egoístamente el futuro de todos los venezolanos.
Juventud, Acción y Democracia