Revisando los contextos históricos de
la sociedad venezolana, observamos que a medida que fueron evolucionando los
procesos políticos la participación de los ciudadanos se ha venido masificando en todos los
estratos sociales. Ahora bien, sabemos que las sociedades son dinámicas por
naturaleza y que los principales detonantes de los movimientos abruptos son las
crisis, que en su momento obliga a tomar decisiones importantes de modo que se
permita el correcto orden dinámico dentro del que se desenvuelven las
sociedades.
¿Qué es la crisis? Se puede considerar
que la crisis es una situación de estancamiento, perturbación e incertidumbre
que sufre un espectro momentáneamente, sea provocado por la inobservancia de
los actores o por su resistencia a cambio inminentes.
¿Estamos estancados como sociedad? Sí,
estamos estancados, mientras que otras sociedades del mundo ya están superando
sus diferencias dentro de los estamentos institucionales, nosotros no sabemos
hacia donde nos dirigen las nuestras. El progreso nacional no puede limitarse a
la participación de solo un grupúsculo ideológico o pseudoreligioso, puesto que
la identidad cultural nacional deriva de
la diversidad del pensamiento y su expresión (intelectual, artística o de
cualquier otra manera). No podemos tampoco pasarnos una eternidad fijando posición
sobre la legitimidad de una persona mientras la corrupción administrativa sigue
haciendo de las suyas. El dinamismo mundial nos está comiendo vivos y mientras
tanto la dirigencia nacional agarra por el cuello de manera asfixiante a todos
los venezolanos.
Venezuela pasa por un periodo de perturbación,
agitación del pensamiento, un trastorno de lo que oficialmente se dice, se
piensa y se hace. Mientras que por ahí unos siguen dando patadas de ahogado
para mantenerse enchufados en la golpeada renta nacional, la sociedad esta desenchufada
de la realidad mundial, sin dirección pedagógica alguna y esperando
reencontrarse con las vías de desarrollo y de coherencia entre lo que se dice,
se piensa y se hace.
Nuestro pueblo también pisa fondo en
el estado de incertidumbre sobre el destino y resultado de los acontecimientos
que se impone sobre “la vida normal” del ciudadano, no sabemos qué va a pasar
con el país, si volveremos a ver los poderes del Estado nuevamente
equilibrados, si podremos volver a las actividades cotidianas sin miedo a que
nos roben, nos maten o nos coloquen un sello humillante y segregador de la
venezolanidad.
Si nos detenemos a analizar la
naturaleza de la crisis, nos damos cuenta que la misma se delimita, por lo menos,
en tres factores estrechamente relacionados entre sí. Comenzando por el aspecto
político y su lógica para interpretar el momento por el que pasan los
venezolanos, en el entendido de la confianza que sienten los ciudadanos por las
instituciones constitucional y oficialmente establecidas. Por ejemplo, la forma
de expresión masiva de toda sociedad democrática
se define en el sufragio- universal, directo y secreto en el caso de Venezuela-
por medio del cual se determinaría que camino se tomará por un periodo
preestablecido para conducir los destinos de la nación. Cuando la masa comienza
a dudar de ese sistema, las instituciones quedan arrinconadas frente a una premonición
de desconocimiento de las mismas.
En el aspecto económico existe una
relevancia histórica que constituye la estabilidad política y preconiza la
estabilidad social. Las relaciones económicas de los ciudadanos permite esos momentos
de lucidez para que, a través de las mediciones respectivas, se determine la metodología
de crecimiento de los valores económicos en la relación Producción- Consumo, Importación-
Exportación, Consumo- Ahorro y en el sentido más criollo que la plata alcance
para pagar los servicios (que por cierto, están en las peores condiciones de
calidad), comprar el mercado y de vez en cuando para la distracción y
entretenimiento. Cuando los salarios no corresponden con las necesidades de las
masas, y menos en comparación con los pueblos de fuera de nuestras fronteras,
las políticas económicas están llevando a una sociedad al borde del precipicio.
Desde el punto de vista social, las
relaciones humanas, de identidad de una persona con otra y la aceptación de las
diferencias entre sí, los medidores de igualdad descifran la estabilidad que
pueda existir en cuanto a las libertades individuales y colectivas, la aceptación
del rol de ciudadanos y las capacidades de lograr la cohesión social. El solo
hecho de auspiciar o permitir enfrentamientos sociales entre los mismos hijos
de esta tierra causa que los parásitos
oprobiosos de territorios lejanos hagan fiesta con las bondades y ventajas que
ignoramos mientras nos hacemos más miserables y otros se hacen más ricos.
Entonces, sabemos con estos datos que
efectivamente estamos de cara a una crisis nacional generalizada, con parecidos
a otras situaciones históricas pero con características
inéditas. Entretanto, que a lo largo de nuestra historia republicana hubo
crisis políticas, “la vida cotidiana” se desarrolló con cierta normalidad,
igualmente mientras hubo estallidos sociales o políticos los índices económicos
evolucionaron con normalidad, y frente a crisis económicas las diferencias políticas
quedaron a un lado para plantarse respuestas efectivas. Pero ahora estamos
tocando fondo, la situación de crisis es una especie de embudo donde todos
toditos tienen que pasar por ese peaje inesperado. Estamos viviendo una crisis
generalizada en la cual todos los actores de la sociedad venezolana, además de
los espectadores se encuentran en estado de shock masivo. Desde los más bajos
estratos hasta las altas esferas del poder de la República hay una desconexión de
la realidad frente a los que se quiere ser.
Es necesario comprender, asimilar y
aceptar que esta no es solo una crisis interna de los factores de poder, de
cuotas y parcelas dentro de los grupos conductores de las cúpulas. El republicanismo
exige en este momento histórico la capacidad de entender que la Democracia es
el gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo, no el Gobierno del
Puesto, Por el Puesto y para el Puesto.
La salida de la crisis tiene varios
planteamientos, varios matices, en el sentido abstracto, la superación de la
crisis encuentra su punto de partida en el rescate de Valores; Sociales, que
permita regenerar la identidad nacional; Morales, que nos conlleven a construir
de nuevo la línea fronteriza entre lo bueno y lo malo, como centro de
equilibrios, dentro del ser colectivo; y sobre todo, los Valores Democráticos y
Republicanos, de modo que no caigamos en el juego de chantaje que hace que nos
preocupemos artificialmente por ejercer nuestros derecho ciudadanos con mente
asalariada, como cobrando por ser venezolano.
Pero en un sentido más real, hasta que
las llamadas fuerzas vivas no tengan la disponibilidad de organización suficiente
para cumplir con el rol pedagógico –todavía perdido en otra dimensión-, hasta
que los sectores representativos no recuperen su conexión con las deficiencias de
sus sectores y se dejen de confundir los intereses personales con los
colectivos y se coaccione al Poder del Estado a sentarse a dialogar con TODOS
los actores que mantienen con vida esta nación, no saldremos de esta crisis.
La lógica neobolchevique es contraria
a la identidad venezolanista y además inviable por las características de
nuestra sociedad. El aparato productivo nacional en manos de estos manualistas
marxianos va “palo abajo” y mientras tanto la gente se está matando en las
calles y acudiendo al mercado negro para poder subsistir, y por otro lado los Castro
hacen patria con nuestros recursos. Los asuntos de la República no les
conciernen solo a unos pocos, que terminan actuando como capataces de finca, en
el entendido que la correlación de fuerzas sociales en Venezuela sea la que
determine o imponga esa élite sin tomar en cuenta las características locales
de los sectores colectivos.
El pueblo de Venezuela requiere un
gran acuerdo nacional amplio, ojo, no solo entre los partidos políticos, éstos
son la médula espinal de toda democracia, pero en una revisión a lo interno
deben entender que no son los únicos actores en el progreso nacional. Entonces,
el punto de partida para este gran acuerdo debe ser una mesa de diálogo entre:
los Partidos Políticos, como visionarios de la organización social; los
Sindicatos Nacionales, como brazo y fuerza de materialización de la producción nacional;
las Asociaciones de Empresarios y Comerciantes, como creadores del capital
necesario para la inversión y mejoramiento de la calidad de vida patria; la
Iglesia, como pilar de la paz espiritual de los pueblos; y el Poder del Estado,
como conductor de las fuerzas vivas de nuestro territorio. El chantaje y
condicionismo debe desaparecer de la orden del día para que los puntos de
encuentros se hagan efectivos, de otra manera la acción de dialogo se transmutaría
a un interrogatorio policial a la vieja usanza y con esto la sociedad
venezolana estaría dando el imprevisto salto al precipicio. A partir de este
primer paso, con el mayor sentido de pertenecía venezolanista pudiésemos afirmar
que un Acuerdo Nacional está en puertas, por tanto, la voluntad de tomar
acciones para la superación de esta crisis generalizada.
Demostrémosle al Mundo que los venezolanos tenemos la capacidad de recuperar la vanguardia internacional que hemos dejado de aprovechar. La historia no perdonará que esta generación nacional no tenga la aptitud de sentarse a afrontar las diferencias y
construir los puntos de encuentro, en definitiva construir de forma autentica una
Patria.
Juventud, Acción y Democracia